Don Rigoberto Prieto Bahamón fue hijo de un ingeniero de buques que navegaba por el rio Magdalena. Por eso nació en Girardot.
Muy joven recibió clases de griego, latín y gramática antigua. Sus profesores eran los Dominicos, quienes lo habían recibido en el viejo continente, cuando Rigoberto viajó para seguir la carrera sacerdotal.
En España descubre que, a pesar de su fe, su vocación estaba en la jurisprudencia y al llegar a Bogotá se inscribió en la Universidad. El paso por los juzgados le dio la oportunidad de conocer la realidad del país. Fue en ese momento en el que descubrió que si quería mejorar esa realidad era siendo maestro, una verdadera inspiración que lo acompañó por el resto de su vida.
Llegó al Gimnasio Moderno en 1963 como profesor de Castellano y de Historia, los Dominicos en estos campos lo habían preparado suficientemente bien.
Generaciones de gimnasianos lo recuerdan por su retaíla con la cual buscaba llamar la atención de sus estudiantes cuando no estaban atentos al tablero: “Zopenco, mentecato, zote, lero”. Y si el problema era de indisciplina, los sacaba del salón “como bodoque por cerbatana”.
Aparecen en la fotografía: Alejandro Jauregui, profesor de Filosofía; Rigoberto Prieto, profesor de Castellano y Gabriel Triana, profesor de Química.
Fue protagonista en la época en la que los profesores fumaban y tomaban tinto mientras daban clase; reconocido por su Simca 1000; por sus juegos de ajedrez en la Sala de Profesores entre clases; sus tertulias con Pompilio, Maximiliano, Gerardino, Don Guillermo, Triana y Ernesto Galindo, entre otros contertulios, con quienes, a la mejor manera de Sócrates, construía conocimiento mientras conversaba.
Un día, cuando los editores de El Aguilucho de 1989, le preguntaron: ¿Qué es para usted el Gimnasio Moderno?, les respondió:
“Es una filosofía de comportamiento. La palabra Gimnasio es connotación de taller; y Moderno, es el ajuste de las nuevas formas de conducta que la civilización y avance de la ciencia exigen, pero normadas por inalienables principios de honradez, honestidad y franqueza que cubren plenamente los anhelos de sus ancestros (…) Bástenos con decir que el Gimnasio Moderno es una cantera, un veneno donde se hallan concentrados los mejores principios de sensibilidad social y humana”.
Su parecido físico con Hitler fue la excusa perfecta para que, en las últimas hojas de los cuadernos, los alumnos le tomaran del pelo con caricaturas inolvidables que él sabía entender a la mejor manera gimnasiana.
Fotografía del grado grado Segundo A de Bachillerato, en 1976. Rigoberto Prieto, Director de Curso y Ernesto Bein, Rector.
Sus compañeros de trabajo por 30 años lo recuerdan como un líder que siempre buscó defender, con respeto y elegancia, la dignidad del maestro. Esos mismos compañeros también recuerdan que para Rigoberto Prieto un salón de clase era un “templo sagrado”.
Paz en su tumba.