Importancia de trabajar por una familia feliz
Cuando alguna persona nos conoce por primera vez le decimos quienes somos, nuestro nombre y apellido. Con esto estamos reconociendo que nacimos en el seno de una familia, que venimos de unas personas que un momento dado de sus vidas decidieron engendrarnos, traernos a este mundo. La realidad es que ninguno de nosotros pudo escoger quienes serían sus padres ni bajo cuáles circunstancias naceríamos. Mucho menos el tipo de familia en cuyo seno creceríamos. De todas maneras nuestras familias producen en nosotros unos lazos indisolubles que van surgieron lentamente, desde nuestro primer respiro cuando abandonamos el calientico y seguro refugio del vientre de nuestra madre, hasta nuestros días, cuando por el paso del tiempo quizás nuestros padres y algunos hermanos ya han cumplido su ciclo en esta realidad que estamos viviendo. Y para otros apenas comienza. ¿Cuántas familias apenas esperan su primer hijo y aún otros recién comienzan a soñar con un hogar donde originarán una nueva familia?
De nuestros padres heredamos muchas cosas: el color del cabello, de la piel, muchos rasgos de nuestra fisonomía, y si uno es buen observador se da cuenta que hasta la forma de caminar y de actuar tiene algo que ver con nuestros progenitores. Pero lo más importante es no olvidar jamás que el mero hecho de existir viene de nuestra familia de origen. Porque también heredamos formas de ser y de actuar, de pensar y de sentir. Nuestros temperamentos, unos fuertes, otros más calmados, unos fácilmente irritables, otros suaves y tranquilos como las aguas de un lago interior. Nuestra mentalidad en unos casos abierta y siempre en búsqueda de nuevos conocimientos y experiencias, en otras cerradas a los cambios, tercas, empeñadas en no querer cambiar. El hecho de ser lo que somos en estos momentos viene en mucha parte de nuestras familias de origen. Es algo evidente que nadie puede negar el hecho que los seres humanos procedemos de otros seres que tuvieron una gran influencia en nuestras vidas. Haya sido para bien como en la mayoría de los casos, pero también para mal como ocurre cuando en las familias hay dificultades de convivencia, causadas por múltiples motivos.
En lo que cada uno de nosotros es, hay dos historias, la de nuestro padre y la de nuestra madre; aún en el caso de que alguno de los dos haya faltado por diversas circunstancias. Somos el resultado de un encuentro que un día dos personas tuvieron. El hecho de haber existido una fecundación es ya un milagro, el milagro de la vida. De millones de espermatozoides solo uno fecundó el óvulo. Que íbamos a nacer nadie lo supo, excepto Dios. Por eso la mayoría de nuestros padres siempre supieron que habíamos sido un regalo de Dios, más que ser plenamente conscientes de que nos engendraron. En el Salmo 127 leemos: “Mirad que del Señor son don los hijos, merced suyo es el fruto de la entraña”.
La familia es el lugar de nuestra primera sonrisa. Allí fuimos identificando el bello rostro de nuestra madre. Y si tuvimos la buena oportunidad de tener a nuestro padre presente, también fuimos aprendiendo su rostro cuando ayudaba a mamá a atender nuestros cuidados. En nuestra familia nos dimos cuenta de la existencia de los otros; conocimos a nuestros hermanos, a nuestros primos, a nuestros tíos, tías, parientes, amigos, vecinos, abuelos. Se nos fue formando el concepto del otro. Del semejante a nosotros con el cual nos unen afectos muy especiales. En el seno de nuestra familia de origen fuimos aprendiendo a amar a nuestros padres, a nuestros hermanos y a los demás. Pero también hay que decirlo, que si esa familia no marchaba bien, también pudimos aprender a rechazar, a envidiar, a desear el mal a los demás. El ambiente familiar ha tenido una gran influencia en nuestras formas de amar o de percibir a los otros.
Así la relación con nuestros padres es profunda e imborrable. Esa influencia jamás podrá borrarse de nuestra vida. Siempre seremos hijos de nuestros padres, aunque no seamos plenamente conscientes de ello, por eso es necesario trabajar para que nuestra familia sea feliz.
Si tiene cualquier duda o comentario, lo puede hacer al correo electrónico MyriamdeCuervo@GimnasioModerno.edu.co