La banda del Gimnasio Moderno fue producto de una visión que tuvimos sus creadores a principios del año 1957, cuando le sugerimos al Prof Bein la posibilidad de utilizar los instrumentos que ya existían en esa época, y que comprendían algunos tambores, trompetas, un par de platillos, dos pares de triángulos y un bombo.
Estos instrumentos formaban parte de otros tantos que en el año de 1940 sirvieron a una banda de música en la cual el Prof tocaba el clarinete, y que duró muchos años mas con alumnos que la iban integrando a medida que otros salían de bachilleres.
Recuerdo, en el año de 1948/49, un par de ejecuciones de la misma en el teatro del segundo piso del Edificio Principal, donde nos reuníamos cada lunes a escuchar las palabras de iniciación de la semana de don Agustín.
Esta banda de música se disolvió en alrededores de 1950, pero su recuerdo es muy vago para mi. De lo que si recuerdo es que el 29 de junio de 1948, con los que hicimos la primera comunión, en ese entonces y por muchos años más con ceremonia en la iglesia de Cristo Rey, reunidos alrededor de la roca de la raqueta, al lado del asta de banderas, el bachillerato entró a la misma desfilando al tono marcial de una banda dirigida por uno de los interpretes de trompeta del conjunto musical, quien hacía las veces de tambor mayor, pero sin el bastón.
En el año de 1956, bastante tiempo después, entrando a uno de los cuartos “ secretos “ del Edificio Principal con algunos compañeros curiosos de Quinto, nos encontramos con todos los instrumentos de música de la banda original de 1940: clarinetes, trompas, un trombón de varas, una tuba, dos trompas y tres trompetas. Entusiasmamos al Prof y el resultado fue la conformación de una banda de música, donde yo tocaba la trompeta.
Vinieron dos profesores, uno para las maderas y el otro para los cobres, y empezamos el ensayo para componer una pieza donde cupieran todos los instrumentos.
Dos o tres meses después, el Prof nos tomó exámen, y concluyó que era la banda que producía el mejor ruido de toda su historia. Por supuesto hasta ahí llegó el conjunto.
Pero la inquietud continuaba, y fue así como a principios del año 1957 (yo andaba en Sexto), con Luis Eduardo Laverde y Jaime Granja que a la sazón estaban en Quinto, volvimos a insistir al Prof de que teníamos que conformar una banda, pero ahora sería una banda de guerra.
Como argumento más importante teníamos que, además de que el colegio se merecía una banda, cada 20 de julio, desfilábamos desde la plaza de Bolívar hasta la rotonda de Puente Aranda, y, como carecíamos de banda, el compás había que darlo oyendo las de otros marchantes. Esto ocasionaba que los que iban en cabeza del colegio tuvieran el paso de la banda que iba adelante, y los de atrás marcaban al paso con la que nos precedía. Siempre se armaba un menudo lío.
Los argumentos bastaron, y se conformó la primera banda de guerra, con tambor mayor en cabeza de Luis Eduardo Laverde, y los otros integrantes asi: Tambores y bombo: Guillermo Camacho, Carlos Casabianca, Ismael Blanco, Armando Bonilla y Ricardo Martinez; cornetas: Eliseo Lopez, German Guerrero, el suscrito, Juan Manuel Tamayo, Jaime Granja y Jorge Marin; triángulos: Camilo Arciniegas y German Duarte; y, platillos: Alvaro Restrepo.
El primer ensayo de marcha para el desfile del 20 de julio de 1957, se hizo con el bachillerato andando en la raqueta, y al son de dos tambores que tocamos con Ismael Blanco, parados en la mitad del prado, para que todos oyeran como sonaría nuestro compás. Vale decir que no teníamos profesor, y tocábamos de oído.
El desfile oficial salió triunfal; estábamos verdaderamente satisfechos de poder marcar nuestro propio paso, y el entusiasmo llegó al punto de que, como banda, y después de marchar varias horas, decidimos al final dar una vuelta más a la rotonda de Puente Aranda. Pero los que andaban marchando detrás nuestro no lo querían así, y, mientras tocábamos tambores, cornetas y platillos desfilando marcialmente alrededor del puente, los demás se abrieron por su cuenta, disolviéndose más adelante. Mi primera y última demostración de trompeta en público, la hicimos abandonados por nuestros propios seguidores. Una historia para contar.
Hoy, la banda me enorgullece, no porque es numerosa, gana premios y toca verdaderamente bien, lo cual también es un orgullo, sino porque es el resultado de una idea que llevamos a cabo con pasión y esfuerzo conjunto, y que demuestra que para lograr cosas, solo se necesita tener ganas.
ALBERTO CARRIZOSA ALAJMO
Promoción 1957
Bogotá, mayo 30, 2017