Cuando las 572 sillas del teatro se encontraban ocupadas, las luces del escenario encendidas y todos los equipos funcionando, la temperatura del auditorio alcanzaba los 32 grados centígrados; es decir, el grado de calor que se puede sentir en un pueblo como Melgar.
Además de este insoportable bochorno, el dióxido de carbono que producen con su respiración los espectadores, disminuía la calidad del aire produciendo un sofocante calor y un olor muy peculiar.
El primer motor se encarga de succionar aire del exterior y de inyectarlo a la altura del techo sobre la silletería de platea y preferencial. El segundo motor, por su parte, tiene la tarea de succionar el aire de la sala por debajo del escenario, y expulsarlo al exterior, produciendo un ciclo constante que modifica el ambiente interno del teatro.
El personal del teatro y el de la empresa de ingenieros encargada del diseño del sistema, pasaron las duras y las maduras durante el ensamble de estos gigantescos motores que pesaban, cada uno, 800 kilos.
De ahora en adelante, los “Encuentros de la Mañana”, las obras de teatro, las conferencias, los conciertos y todos los eventos que se realizan en este importante Centro Cultural de la ciudad, serán mucho más refrescantes que antes.