Por un largo periodo de tiempo la humanidad ocupó su interés en todo aquello que aportaba a que las personas se llenaran de contenidos e información y fueran así más inteligentes. La psicología mantuvo su interés científico en cómo medirla y los filósofos debatieron sobre la racionalidad e irracionalidad de los actos humanos. En las décadas finales del siglo XX, Daniel Goleman introdujo el concepto de inteligencia emocional y con ello se dio un fuerte impulso a otras explicaciones sobre lo verdaderamente importante a desarrollar en los seres humanos. En el siglo XXI, las virtudes concentran el estudio de teóricos como Seligman y Peterson y derivadas de estas las fortalezas del carácter que son fundamentales para predecir el éxito escolar. Los autores mencionados destacan una serie de virtudes y fortalezas derivadas que encontraron en tradiciones y religiones estudiadas de oriente y occidente. De todas aquellas que señalan quiero concentrarme en una virtud: la humanidad:
Lo que nos hace supuestamente superiores a los Homo sapiens es la humanidad que tenemos. Decimos que somos humanistas porque exaltamos las artes liberales y a través de la permanente búsqueda de la belleza y de la verdad que ella entraña nos aproximamos a las emociones que son comunes a todos. De igual forma, nos llamamos humanistas porque ponemos al hombre, tal y cómo nos recordaría Protágoras, en “la medida de todas las cosas “.
Nuestra humanidad nos hace amorosos, bondadosos, respetuosos e inteligentes socialmente. Necesitamos siempre regresar a eso. En una sociedad cada vez más estandarizada que vive en la velocidad de la información y de las redes, las crisis de las democracias y una pandemia universal, regresar a esa virtud y esos valores es, al final del día, nuestra única salvación ante esta crisis moral y social que vivimos.
Si todo eso es cierto, y así lo demuestran Seligman y Peterson en sus estudios con jóvenes, entonces la escuela debería tener como propósito fundamental el formar a sus niños, niñas y jóvenes en estas fortalezas del carácter. Hoy en día se habla mucho de que las nuevas generaciones son de “cristal”, frágiles a cualquier dificultad o frustración. Vemos en el día a día a muchos estudiantes confundidos y desilusionados. Entonces nuestro desafío va mucho más allá. Debemos ser capaces de acompañarlos no solo en su formación académica y personal sino debemos prepararlos a que desarrollen esas fortalezas del carácter que los ayudará a defenderse y ser ciudadanos con altas metas, conscientes de sus límites, capaces de entender los fracasos y la verdadera proporción de los triunfos en un mundo cada vez más hostil y difícil.
Por todo eso es que, en el Gimnasio Moderno, gracias al entusiasmo y liderazgo de nuestro querido vicerrector, Juan Sebastián Hoyos, hace varios años los maestros vienen trabajando en cómo desarrollar cada una de esas fortalezas del carácter en todos los gimnasianos.
Este es un momento muy especial de nuestra historia y que sin duda impactará para siempre las vidas de nosotros y de nuestros estudiantes. Además de compartir una tragedia universal con una pandemia que nos confinó y cambió nuestras vidas, en las calles se viven unas movilizaciones y estallidos sociales que también nos afectan y nos ponen a reflexionar sobre nuestro papel en la sociedad. Nuestros estudiantes llevarán para siempre el signo de este tiempo tan extraño y controvertido y es ahí donde los maestros deben ser más inspiradores que nunca: La Colombia de la postpandemia tendrá que reconstruirse sobre las bases de un diálogo civilizado y una tolerancia ante las ideas que no compartimos. Si queremos que nuestros jóvenes habiten una Colombia más justa y equitativa y un mundo más amable, biodiverso e incluyente debemos ser cada uno de nosotros aquel maestro que siempre quisimos ser, imitar a aquellos que nos marcaron en nuestras vidas para bien y no sean las generaciones que estamos formando unas generaciones del miedo y el encierro.
Creo firmemente que la respuesta está nuevamente en las aulas. Dedicar el mayor esfuerzo y tiempo posible a entender que en una educación que fortalezca la autoestima de los niños, niñas y jóvenes de Colombia estará el futuro de una nación que honre su humanidad, disfrute la alegría y buen humor de sus habitantes e imagine un contrato social que erradique para siempre la violencia y desigualdad que nos ahoga y llena de desesperanza. Solo así podremos mirar con optimismo el porvenir.
Cordialmente,
Víctor Alberto Gómez Cusnir.