A mediados del año de 1985, el Consejo Superior nombró a Germán Pardo como rector del colegio, mientras Mario Galofre viajaba a la Universidad de Chicago a cursar la beca Hubert Humphrey que se le había otorgado. En esa sesión del Consejo del 13 de junio, Germán aceptó esa responsabilidad con estas palabras:
“No es fácil estar en la silla que antes han ocupado Agustín Nieto Caballero, Ernesto Bein y Mario Galofre, más aún cuando la actividad profesional no es la educación, pero dada la transitoriedad, el deseo de ayudar a Mario Galofre y la circunstancia de tener al frente la construcción del Centro Cultural, con la noticia casual de contar ya con una base económica, acepto gustosamente, con el mejor ánimo y la mejor voluntad para dedicarle, dentro de ciertas limitaciones, el máximo tiempo posible al Gimnasio”.
Los gimnasianos de esa época recuerdan que su lema como Rector del Gimnasio Moderno era: “Hay que hacer las cosas bien”. Una manera pedagógica de hacerles ver a los alumnos la importancia de ser conscientes de los deberes y las responsabilidades; y del respeto hacia las personas y las cosas, como elementos fundamentales de la Disciplina de Confianza.
Germán Pardo se graduó del colegio en 1950. Estudió Arquitectura. Fue siempre un miembro de la comunidad que comprometido con los ideales gimnasianos. Fue fundador, junto con Mario Galofre, de la Asociación de Padres de Familia; desempeñó el cargo de Procurador; ocupó los honrosos escaños de miembro del Consejo Superior y de la Sala Plena; fue director de la Fundación Monseñor Emilio de Brigard. Fue Rector y Padre de Familia del colegio.
La mayor virtud de Germán siempre fue la discreción. Nunca imponía, siempre dirigía. Tenía la gran habilidad de escuchar con atención a sus interlocutores. Ser directo con sus palabras, las que decía con la dulzura de su carácter, con bondad, con amabilidad y con sencillez.
Procuró, y nunca buscando reconocimiento alguno, ser un ángel protector del colegio. Un vigilante discreto y leal que luchó por el bien común de la institución.
Un hombre que siempre será recordado por su humanidad. Por la forma tan amable como saludaba en las mañanas, como colocaba su mano sobre la espalda, para indicar que se iniciaba un diálogo alrededor de La Raqueta. Por sus maneras al tratar a los empleados, a los profesores, a las secretarias. Por sus amables maneras que nunca hicieron de él un extraño.
La comunidad gimnasiana le agradecerá por siempre sus esfuerzos para que el Centro Cultural fuera una realidad, en 1988.
El Gimnasio Moderno le extiende a su familia y amigos gimnasianos, sus más profundos sentimientos de pesar por su partida.